miércoles, 24 de noviembre de 2010

Disertación

El hombre por dos cosas trabaja
la primera por tener mantenencia
la segunda por poderse juntar con hembra placentera.


"Libro del Buen Amor", escrito por el Arcipreste de Hita, siglo XIV.


Para nada es así. En la Edad Media debían procuparse por lo primero, si eran hombres, obligatoriamente. Debían mantener a su familia. Pero en la segunda cuestión, yo disiento. Es verdad que había varones que así pensaban.
Pero me parece injusto que eso se generalice. Los hay hombres buenos y honrados. Entiendo que en esta época se pensase de ese modo, pero esta reflexión, espero, pasó a la historiay quedó encerrada en un cajón bajo llave. Que no digo que ese cajón no se pueda abrir, pues es natural, es una cosa esencial para nuestra existencia, pero ya no somos tan primitivos.
Hasta hace algunos años, incluso ahora, se tenía al hombre por el pilar que sostiene una familia, el que trae el dinero a casa y que es recibido por su mujer e hijos afectuosamente.Pero eso no debería ser así. Una mujer puede y debe hacerse respetar, trabajando y siendo independiente de su marido, poder subsistir sola, sin su marido.
Este es un claro caso de machismo. Pero, vuelvo a repetir, esto fue escrito en el siglo XIV, y era completamente normal, no le parecía mal a nadie.
No sé cómo piensan los hombres, pero si es así, si lo único en lo que piensan es en poder subsistir y acostarse con una mujer, son realmente primitivos. Que puede que los haya así, puede que no.
Pienso que el Arcipreste de Hita se equivocaba sobremanera, y que estos versos son realmente una ofensa a los hombres de hoy en día, porque los hombres son seres como las mujeres, somos iguales, excepto por una cosa.
Mi conclusión es en definitiva que el Arcipreste pensaba erróneamente. Puede que en su época no, pero ahora esas frases no serñian válodas, pues los hombres son personas con más pensamientos que esos dos, que resultan ofensivos para ellos.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Una pequeña rebelión


Las gotas del sudor me caían irremediablemente a los ojos, haciéndome parpadear continuamente.Sin embargo, trabajaba sin descanso, con la espalda arqueada y contracturada por estar siempre en la misma posición. Sentía cómo mis músculos se tensaban cada vez que golpeaba con el martillo, haciendo caer trozos de madera. Pero no podía dejar de trabajar en aquella obra, que me aseguraría un puesto fijo en la corte de mi señor, el conde Enrique.
La talla de este altar plegable era difícil, un trabajo complicado, necesitado de manos hábiles. Tenía una fecha fijada, dentro de dos semanas, en la catedral de Burgos, con el prior correspondiente.
La madera era realmente grande, de unos diez pies de altura, y seria puesta en la capilla ardiente del padre del conde, fallecido en una batalla hacía poco. Por eso tanta prisa.
Mientras yo trabajaba, los demás constructores y artesanos también. El polvo se metía por mi nariz, llena de sudor.
Oímos el ruido del galope de varios caballos. Respiré profundamente mientrasdaba un último golpe y me giré sobre mis tobillos, curiosa.
Los demás dejaron su trabajo también.
Aparecieron dos caballos, montados por dos hombres robustos, con vestmentas elegantes y caras. El primero, ataviado con una túnica verde, llevaba un caballo grande, poderoso y fuerte, representando su rango de nobleza. El segundo era más grande, con los hombros cuadrados y vestido de foerma más pobre que el anterior, y su caballo era más delgado y nervioso.
Desmontaron con agilidad y pasearon la vista por la muchedumbre, con superioridad. Uno se acercó a un puesto y cogó una vasija, mirándola con interés. Luego suspiró y dejó caer la cerámica, que se hizo pedazos al tocar el suelo.El dueño se puso colorado y fue incapaz de pedirle explicaciones al hombre rico.
Se dió la vuelta, haciendo ondear su capa y se fijó en mí, una mujer con pantalones, y despues en mi obra, detrás de mí. Se me acercó, sonriendo como un bobo y sacó una daga, con intención de romper mi obra.
Pero yo no estaba dispuesta a permitíselo. Me planté en frente de él, obstaculizándole el paso y me miró a los ojos, realmente horrorizado. Pero no podía matar a una mujer delante de aquella gente.
Resopló, se guardó la daga y se volvió hacia su caballo. Montó con furia y me miró desde arriba. Le sostuve la mirada por un momento y me volví de nuevo a mi trozo de madera.

miércoles, 13 de enero de 2010

Aullidos, capitulo 1

Aullidos

Notaba cómo el sudor le corría por la frente. La humedad y el calor hacían de aquella tarde una situación agobiante y sofocante. Se apoyó en un gran árbol y respiró profundamente. Se sentó en una de sus inmensas raíces y esperó. Se quitó la chaqueta y la dejó a un lado. Se recostó contra el tronco, cerró los ojos y se tocó su largo cabello pelirrojo de manera inconsciente. Se estremeció de lo relajada que estaba y de lo feliz que se encontraba. Entonces sintió un dolor agudo en el costado. Se levantó la camisa y vió un corte largo, pero no muy profundo , desde la axila derecha hasta la cintura, recorriéndole todo el vientre.” Me lo he debido hacer con una rama”, pensó. Observó la camisa y entonces descubrió que estaba rota y un a parte del pantalón estaba rajada, deshilachándose. Suspiró. Otro pantalón a la basura. Para la economía de sus padres no era nada bueno, pero la chica no podía evitarlo y rompía un pantalón cada dos semanas. Este último año, cada vez era más frecuente. Recorrió la herida con sus manos y notó como la sangre le empapaba las puntas de algunos de sus dedos. Sonrió.
Entonces oyó un aullido. No estaba lejos. Se levantó de golpe, sacudiendo su larga melena. Cogió la chaqueta y se la ató a la cintura. Echó a correr de nuevo, esta vez con más energía. Otro aullido. La chica notaba como los rayos del mediodía golpeando en su nuca. Un aullido, largo y alto rasgó el ambiente caluroso, pero se cortó rápidamente. La chica paró y resbaló, pero consiguió mantener el equilibrio. Agudizó el oído al máximo y sólo oyó su respiración, entrecortada y agitada. Notaba como unas malas hierbas le rasgaban los tobillos y la parte inferior de la pierna, haciéndole pequeñas heridas. Giró sobre si misma y entonces y corrió hacia el lugar donde parecía haberse producido el último aullido. Notaba un olor penetrante, intenso, e intimidante, que solo había experimentado una vez. “No. Ellos, no”, pensaba la chica. Se agazapó, cuidadosamente. Ella quería estar preparada para cualquier cosa. “Papá. Por favor, si estás ahí, responde”, se repetía. Oyó una respiración agitada, y el latido de un corazón humano, no de un lobo. Un forcejeo, un golpe. La chica se acercó a un grueso árbol, trepó y, de un salto, se subió a una de sus ramas. Cuando miró lo que había debajo, sus ojos se abrieron y se quedó sin respiración, aunque no la necesitase.

martes, 12 de enero de 2010

poca gente me sigue, pero quiero avisar de que este blog tiene cambio de planes. Lo utilizaré como medida de desahogo, escribiendo cada día diferentes historias, pero continuando con la demas cada cierto tiempo. Cada vez que queráis consultarme o aconsejarme dealgo nuevo, por favo, mandarlo a l siguiente cuenta de correo elctrónico.
Bessitos:
Martiixi
martacano13@gmail.com