domingo, 22 de mayo de 2011

Episodio picaresco

Querida fan: me preguntas por cómo llegué a ser una gran actriz tan conocida. Para conocerlo, tienes que saber la historia de mi vida.
Nací en un parque, debajo de un árbol. Mi madre, soltera, joven y asustada me crió como pudo. Por eso ahora me llaman Carmencita del Parque. Crecí estudié y dejé mis estudios a los 16 años, después de haber repetido 2º eso dos veces, como era tradición antigua en la familia.
Gracias a nuestro estupendo Gobierno, estuve buscando trabajo hasta los 19 años, en los que me encontraba hormonalmente perdida. Pero fue mi madre la que encontró el puesto, si, mi madre.
Resultó ser el puesto de ayudante de dirección. Una película de esas que tiran de espaldas de lo mala que era , de esos bodrios tan horribles que no se llegan a publicar en ningún sitio.
Y allí estaba yo, con una gorra fea que ponía “ayudante del director”, una carpeta y un bolígrafo en la mano. Perdidita.
Después de colocar las hojas de la carpeta por quinta vez en lo que llevaba de la mañana, fui a beber mi tercer café en dos horas.Vi al directos pasar de largo, sin mirarme, y a la penosa de la actriz rubia que hacía de protagonista. La pobre no sabía hacer la “o” con un canuto. Yo tampoco era de esas chicas increíblemente inteligentes, pero la verdad, yo no creía que mi subnormalidad llegase a esos límites.
Se levantó con aire de súper estrella, sin darse cuenta de que se encontraba en un sótano alquilado que quién sabe si habría pasado la revisión de sanidad.
Se acercó a donde yo estaba, sin mirarme, y cogió el café de mi mano, diciendo un estúpido gracias. Entonces recordé que un amigo mío me había pedido que le guardase una bolsa con droga (era tan inocente que no pregunte de qué sustancia se trataba). Me fui hacia mi vieja mochila deshilachada, la abrí y encontré la bolsa blanca que me habían dado. Con mucho arte me dirigí a la súper estrella.
-El azúcar, lo siento- dije quitándole la taza con una sonrisa encantadora. Me sentí grande por un momento, mientras le echaba tres o cuatro pastillas, deseando que se disolviesen. Removí el café con garbo y se lo devolví con una sonrisa cínica, pero la chica estaba tan ensimismada que no se dio cuenta de mi alegría.
Al cabo de media hora, la actriz estaba tan drogada que empezó a bailar encima de la mesa donde se suponía que yacía muerta. Y el director, tan estresado por su mierda de película, me cogió a mí, la primera que tenía a mano. Y no me preguntes cómo conseguí que se publicara esa película tan mala. Porque esa es otra historia.